Corazón de cera

Vestida de mortaja a manera de lencería                          te fuiste sin voltear

                                                                con tu corazón de cera

Su parafina estampada
                                                                                                  al calor de tus heridas
                      Es el precinto            de una carta invisible

dejada en el buró                                             Es el cerumen de tu órgano auditivo

                                               Es el sello de tu testamento                 escrito como flecha             

            de cerbatana                        por tu mano seca
Es el rosetón                                                                    que sella un sobre confidencial

Quien te volteará a ver en el cielo                               drapeada en un hermoso

                                                                         sudario de alta costura

abajo del cual latía tu corazón de cera

                                     a ninguna llama se acercó

Sabido es que la cera                                         lejos de alguna fuente de calor

                                                                                                                             se endurece

________________________________________________________________________________

Problemas lingüísticos

¿Qué harás allá sin intérprete, en esa Finisterra, sin traductor que te diga, en una lengua que entiendas, que tus recuerdos estaban equivocados, que el futuro te deparaba claveles, y no los clavos en la cruz de aire que pregonabas a los cuatro vientos. Clavo yo, clavo mi hermana, clavo tu marido montado en su corcel de bruma, clavos deshojados de su follaje, plomera por florista, tú que en vida cultivabas tallos de hierro, criaturas apétalas de tu memoria.

­_______________________________________________________________

Sermón a las aves

Tu sermón a las aves a la San Francisco de Asís, las alondras lo picotearon de cabo a rabo, igual que los paros y demás tenores del cielo. A partir de hoy, han de sobrevolar los lugares donde podría estar plantada tu lápida, sabiéndote feliz de notar que los pájaros no tienen voz, sólo cuerdas vocales hechas estrictamente para entonar trinos a la belleza del arce, al tornasol del río donde flotan tus cenizas como eterna nevisca. Escuchan, sí, pero no pueden repetirlo, tu secreto. Tu lápida, de existir una, sería completamente lisa: la muerte es simple como una cuna, ambas son milagros de la pérdida y la ganancia.

___________________________________________________

Orla de la muerte

Ningún guijarro

donde la ausencia grabara su nombre

rueda hacia la orilla

donde el sueño suyo

se ha sumado a la parvada mortuoria

que fuera tu amable séquito.

Palomas o buitres, ruiseñores o cuervos,

juntos cacarean un idioma

desconocido de nosotros,

un esperanto

que sólo aprenden los muertos.

­_________________________________________________________________________

Sordera sobrenatural

¿Estás sorda, completamente sorda, o bien, oyes todavía las voces que cuchichean del otro lado de la puerta? ¿Está a prueba de sonido, ese portón de granito que los seres de luz escupen en todo momento entre la cámara y la antecámara, entre tu mundo y el mío, habitado por voces que te llaman suavemente? ¿Escuchas música, ruido, aves cantando, el murmullo del agua, el mugido del viento y el susurro de las hojas dormidas en los follajes, el ábrego que canta su melodía a los abedules sobrenaturales? ¿Escuchas aún la voz humana, salida de las más bellas cuerdas? ¿Escuchas el estruendo de mi corazón que se desbarranca? ¿Estás sorda, completamente sorda, o bien, oyes mi llamado todavía?

_______________________________________________

Quiromancia

           

            Quisiera leer las líneas de tu mano, pero tu mano ya no es guante de carne donde está el pulgar ―que es dedo de Venus― y el índice ―que es dedo de Júpiter― y el medio ―que es dedo de Saturno― y el anular ―que es dedo de Apolo― y el meñique ―que es dedo de Mercurio―, sino un abanico escueto con anchos calados de por medio. Cinco cilindros huesudos cuyas partes (en triplicado) tienen nombres extraños // falanges proximal, medial y distal //.

            No hay carne, a esas alturas, en tu mano. Carne que permitiera leer sus líneas como se lee un poema, toda vez que ―ahora que me acuerdo― los mismos huesos de la mano que menciono tampoco existen ya: el crematorio los convirtió, con todo y esqueleto, en un puñado de cenizas. Qué tesoro nunca desenterrado escondía esa telaraña de tres surcos que es tu palma, holograma del destino. Nada quedó de tu mano: no sabré qué alud pudo desviar tan furiosamente tu línea del corazón.

­