Dos aguas
El mar, con sus abrigos acuosos, se desabrocha para recibir tus últimos ojos en un lecho de varec y coral enredado con guirnaldas de fuco. Pedazos de eternidad caídos, el neptuniano mar de tu mente; se derrama, botella descomunal que se vacía en una cuenca lacustre que no supe era mía.
El líquido se abre paso en el techo de dos aguas que nos une. Y como un ramo de dos cuerpos, nos corta el tallo en tres (Dios, Hijo, Espíritu, éste no Santo sino el de la carne que busca el recuerdo del placer arrodillado ante un cirio pascual).
Soy la desgarrada vela de lino y el amantillo sobre el mástil que eriges a voluntad, oh sí, recto y más transparente que el cristalino donde se fija tu imagen de mar en tierra firme.
(Tomado de EL VELO UNO)