En aguasal maduró la quemadura. Recorrió todos los alambiques posibles, para acabar aquí, en la más íntima probeta de mi mente. Ha llegado la hora de despojarse de los agravios del mal amor, del susto de amarte en silencio.
El grupo de hadas, rozagantes, con un gato blanco de mascota, saben cuando el líquido, cuya composición es parecida a la de las lágrimas, está listo para la operación de olvido. Juntas asemejan el movimiento de los juncos en la brisa; mueven la caldera con sus cucharones, a la expectativa, y arrojan algo de sus polvos dentro del caldero. Soy terrestre. Salvo por mis sueños, no entiendo de magia.
Me despertaré sin recordar tu nombre. El haz del encuentro se habrá apagado.
(Tomado de Todo lo que está aquí, está en otra parte)